Jesucristo, Tú dijiste: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeños" (Mt 11, 25). Y también: " . . . el reino de los cielos es de los que son como niños" (Mt 19, 14). ¡Qué maravilla, …
Jesucristo, Tú dijiste: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeños” (Mt 11, 25). Y también: ” . . . el reino de los cielos es de los que son como niños” (Mt 19, 14).
¡Qué maravilla, Señor, ¡ser pequeños! En cuanto nos descuidamos nos hinchamos, nos inflamos, nos engreímos, nos ensoberbecemos, el orgullo nos vence, buscamos ser grandes . . . ¡y Tú, Dios Humilde, ¡nos dices que seamos pequeños!
Voy a tratar de desgranar, contigo, qué es ser pequeño.
El pequeño tiene mirada limpia, tiene corazón limpio, ama y se deja amar.
El pequeño es humilde, está lleno de mansedumbre, es sencillo, está lleno de dulzura.
El pequeño admite que le enseñen, admite que le reprendan, admite que le riñan.
El pequeño no está lleno de sí mismo, no está pagado de sí mismo, se sabe vacío, no se cree nadie, no se cree nada. El pequeño queda en un rincón y le parece bien.
El pequeño no es soberbio, no está orgulloso, admite sus fallos, admite sus errores, se sabe ignorante, se sabe aprendiendo siempre.
El pequeño se sabe hijo, se siente hijo, se deja llevar de la mano, confía ciegamente en sus padres, cree, espera, ama a sus padres ciegamente, escucha y aprende de sus padres: de lo que le dicen, de lo que hacen, de cómo son.
El pequeño hace sus trabajos, sus tareas, sus cometidos y duerme con la conciencia tranquila. El resto queda en manos de sus padres, que sabe que lo hacen todo bien. Por eso vive sereno, vive confiado, vive en paz.
El pequeño vive con ilusión, vive con alegría serena, el pequeño SONRÍE ENSEGUIDA.
Hermoso aporte de mi hermano Rafael, sacerdote.
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