Bajo el manto protector de Santa María, con el corazón anclado en Jesús, mis pasos se pierden entre estas montañas que guardan el susurro de lo eterno. Cada sendero, cada roca bañada por el sol o acariciada por la niebla, es testigo de una fe que camina, de un amor que no conoce fronteras. ¡Oh, …
Bajo el manto protector de Santa María, con el corazón anclado en Jesús, mis pasos se pierden entre estas montañas que guardan el susurro de lo eterno. Cada sendero, cada roca bañada por el sol o acariciada por la niebla, es testigo de una fe que camina, de un amor que no conoce fronteras.
¡Oh, paisajes que marcan el alma! Valles que se abren como brazos en oración, cumbres que se elevan como cantos de alabanza. En cada pueblo, en cada aldea, late la vida con una fuerza que renueva mi esperanza. Los pueblos están vivos, y esa es la alegría que late en mi corazón: ver sus calles, sus gentes, sus historias entrelazadas con la gracia de Dios.
Hermanos feligreses de la Unidad Pastoral, hoy los invito a elevar una oración ferviente por tantos hermanos nuestros que aguardan una visita, una palabra de consuelo, un gesto de amor. Que nuestra fe no se quede en las paredes del templo, sino que salga al encuentro de quienes más nos necesitan. Que Santa María, nuestra Madre, nos guíe con su ternura, y que el Sagrado Corazón de Jesús encienda en nosotros el fuego de la caridad.
Que estas montañas, testigos de nuestro caminar, nos recuerden que la Iglesia es peregrina, que nuestra misión es llevar a Cristo hasta los últimos rincones, hasta aquellos corazones que, en silencio, esperan ser encontrados.
¡Santa Coloma Vírgen y Mártir, ruega por nosotros!
¡Santa María, en tus manos estamos!
¡Jesús, nuestro corazón es tuyo!
Con el alma llena de gratitud y esperanza, sigo adelante, porque la mies es mucha y el Señor no abandona a su pueblo.
Unidos en oración y en amor pastoral.
¡Que así sea!


















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