Vivir en el Espíritu Santo desde una espiritualidad de la Cruz

Lecturas sugeridas: 1. El Espíritu nos guía hacia la verdad de la Cruz San Pablo nos recuerda que "los que son del Espíritu, piensan en las cosas del Espíritu" (Rom 8, 5). Pero el primer "pensamiento" del Espíritu es la kénosis, el vaciamiento de Cristo en la Cruz (Fil 2, 5-8). El Espíritu Santo no nos lleva a …

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Lecturas sugeridas:

  • *Romanos 8, 5-17* (“Los que viven según el Espíritu, ponen sus pensamientos en las cosas del Espíritu”).

  • *Gálatas 2, 19-20* (“Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”).

  • *Juan 16, 13-14* (“El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena”).


Queridos hermanos, hoy el Señor nos invita a reflexionar sobre una paradoja central de nuestra fe: la vida en el Espíritu Santo se despliega plenamente cuando abrazamos la Cruz. No son dos caminos separados, sino uno solo. El mismo Espíritu que descendió sobre los apóstoles en Pentecostés es el que animó a Cristo en su entrega redentora. ¿Cómo vivir, entonces, esta unión entre el Espíritu y la Cruz?


1. El Espíritu nos guía hacia la verdad de la Cruz

San Pablo nos recuerda que “los que son del Espíritu, piensan en las cosas del Espíritu” (Rom 8, 5). Pero el primer “pensamiento” del Espíritu es la kénosis, el vaciamiento de Cristo en la Cruz (Fil 2, 5-8). El Espíritu Santo no nos lleva a una vida de comodidad o triunfos humanos, sino a la libertad de amar hasta el extremo.

Ejemplo: Los mártires, llenos del Espíritu, encontraron fuerza en la Cruz. Como san Esteban, que perdonó a sus perseguidores (Hch 7, 55-60).


2. La Cruz es el lugar donde el Espíritu se manifiesta

En el Calvario, Jesús “entregó su espíritu” (Jn 19, 30). Allí, el amor trinitario se reveló en su máxima expresión: el Espíritu es el amor que une al Padre y al Hijo incluso en el sufrimiento. Por eso, cuando aceptamos nuestras cruces —enfermedades, incomprensiones, fragilidades— no estamos solos: el Espíritu “intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26).

Pregunta: ¿Vemos nuestras pruebas como ocasiones para dejar actuar al Espíritu, o solo como obstáculos?


3. Frutos de esta espiritualidad

Vivir en el Espíritu desde la Cruz produce:

  • Libertad: Como san Pablo, que decía: “Estoy crucificado con Cristo” (Gál 2, 19). Ya no somos esclavos del miedo o el egoísmo.
  • Gozo profundo: No es alegría superficial, sino la certeza de que “el sufrimiento de este tiempo no se compara con la gloria futura” (Rom 8, 18).
  • Misión: El mismo Espíritu que impulsó a Jesús al Calvario nos envía a servir, como María al pie de la Cruz (Jn 19, 25-27).

Conclusión:
Hermanos, la espiritualidad de la Cruz no es tristeza, sino el amor que se entrega confiando en el Espíritu. Pidamos hoy la gracia de vivir como verdaderos “hijos en el Hijo”: dejando que el Espíritu nos configure a Cristo, incluso en el silencio del Viernes Santo, sabiendo que la Resurrección ya brilla en nosotros.

Oración final:
“Ven, Espíritu Santo, llénanos de tu fuerza para abrazar la Cruz con amor. Que, como Jesús, vivamos en obediencia al Padre y en entrega a los hermanos. Amén.”


Para llevar: Hoy, ofrecer un pequeño sacrificio (silencio, paciencia, oración) pidiendo al Espíritu que le dé sentido redentor.

Que María, la Mujer del Espíritu y del Calvario, nos acompañe. ¡Aleluya!